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Palacio de Justicia: 25 años

“Hay que sentenciarlo así. El acuerdo de cese del fuego y Diálogo Nacional -esperanza y posibilidad de acuerdo nacional para el cambio- fueron traicionados, y los culpables merecen una sola condena: ser desterrados del gobierno, para que una nueva voluntad -esta sí nacional, patriótica, y democrática- asuma la tarea posible, aquí y ahora, de hacer la paz”
Luis Otero
Andrés Almarales


 
Veinticinco años han pasado desde aquel momento en que lxs valientes combatientes de la compañía Iván Marino Ospina entregaron su vida y sellaron con su sangre la “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”. Heroicamente se tomo el edificio que dentro de la pobre democracia colombiana encarnaba el poder jurisdiccional, para hacer una demanda armada: un juicio público y popular a Belisario Betancur, representante de la oligarquía y defensor de los intereses del gran capital; juicio público y popular a quien incumplió los Acuerdos de cese al fuego y Dialogo Nacional suscritos con el Movimiento 19 de abril en agosto de 1984, e incluso demandando el incumplimiento del gobierno de los acuerdos con otros sectores de la insurgencia como el EPL y el ADO.

Veinticinco años de aquel momento en que una demanda popular por el ejercicio de una verdadera y radical democracia fue atacada por un régimen reaccionario con gas y fuego, con un desprecio total por la vida, no solo de lxs combatientes, sino de todxs aquellxs que permanecían en el palacio. Los medios fueron una herramienta para ocultar al país una verdad latente: la falta de compromiso de la oligarquía colombiana con la construcción de la paz, la falta de compromiso con la solución de los problemas estructurales que en ese momento, como hoy en día, aquejan a una sociedad mayoritariamente sometida al hambre y la exclusión.

“La decisión ciega y brutal de Belisario Betancur y la respuesta de las Fuerzas Armadas, apoyadas por la clase política, la oligarquía y los dueños de la gran prensa, no fue ataque contra nuestra columna de 42 combatientes, sino una operación de aniquilamiento masivo, de tierra arrasada, de holocausto total y generalizado. Las tanquetas, el empleo indiscriminado de rockets, granadas, gases, y la provocación de incendios fueron la sola alternativa a las diferentes soluciones. No hubo intento alguno de negociación, ni fue escuchada la orden de cese del fuego del presidente de la Corte Suprema de Justicia. Fuego, tierra arrasada asaltos de aniquilamiento fueron la sola respuesta al régimen oligárquico”
Álvaro Fayad Delgado

Montañas del Cauca, noviembre de 1985

Las nuevas generaciones de combatientes del Movimiento 19 de Abril nos encontramos hoy en la acción y la palabra para recordar a aquellxs que entregaron su vida en la lucha de la democracia. Hoy como antes desde todos los rincones de la patria se levantan los puños acusadores de miles de Luchos, Andres, de Alfonsos, de Guillermos, de Patricias, de Lázaros, Ariel, José Domingos, César, Claudias,.. alzamos de nuevo las banderas y los puños por la democracia radical, la vida digna y la real libertad.

Comandantes y combatientes de la compañía Iván Marino Ospina: que su ejemplo haga que la palabra forje eco en los combativos espíritus de quienes han luchado y luchan por la vida y contra la muerte, y que la acción se reconfigure con el latir del corazón de un pueblo insurrecto. Continuaremos resistiendo y combatiendo, ¡por que el M-19 es la promesa que será cumplida!

Kolektivo SUR
¡Resistir es Existir!

EL M-19 REALIZÓ LA TOMA, EL EJERCITO REALIZÓ LA MASACRE


DECLARACIÓN DEL MOVIMIENTO 19 DE ABRIL TRAS LA TOMA DEL PALACIO DE JUSTICIA EN BOGOTÁ, EN 1985.
Declaración de Álvaro Fayad Delgado, comandante general del M-19
El 6 de noviembre de 1985 la Compañía Iván Marino Ospina del M-19 fue ante la Corte Suprema de Justicia a entablar una demanda armada y a convocar a un juicio público contra el gobierno de Belisario Betancur.
Fue, ante el más alto tribunal de justicia, a solicitar un pronuncia-miento sobre la constitucionalidad del Acuerdo de Cese del Fuego y Diálogo Nacional suscrito en Corinto, Hobo y Medellín, en agos-to de 1984.
Fue, ante hombres de honor y leyes, a pedirles asumir conocimien-to sobre el cumplimento que hicieran las partes en el desarrollo y ejecución de dicho compromiso, cuyo fin era la paz en su dimen-sión más pública y humana: la justicia social y la democracia polí-tica.
Fue, ante el poder jurisdiccional, a invocar su protagonismo en la búsqueda de una solución política negociada en Colombia, a los agudos antagonismos que vive la patria, dado que el Gobierno y el Congreso de la República habían traicionado ese empeño colectivo de la comunidad patria del cual resultaron inferiores.

Fue, ante la nación y el mundo, en ejercicio del derecho a la rebe-lión, a acusar a un Gobierno que engañó a la opinión pública, pre-tendió aniquilar a la democracia en armas y traicionó la forma más creativa, más justa y novedosa de buscar la paz, cual era el Diálogo para la Concertación Nacional.

No eran otras nuestras pretensiones. Instaurar la demanda, convo-car al juicio, eran los objetivos del Operativo "Antonio Nariño por los Derechos del Hombre". Nuestras armas comparecían ante el tribunal de la justicia para someterse a él y no para ser instrumento de coacción a la libre voluntad de los honorables magistrados, quienes no estaban obligados a asumir el conocimiento de nuestras pretensiones durante el desarrollo del operativo.

El régimen de minorías prefirió arrasar con el poder jurisdiccional antes que permitir que se expresara la verdad sobre el gran fraude a la esperanza nacional, el incumplimiento de la promesa de paz y la traición a las soluciones de concertación mayoritaria.


La decisión ciega y brutal de Belisario Betancur y la respuesta de las Fuerzas Armadas, apoyadas por la clase política, la oligarquía y los dueños de la gran prensa, no fue ataque contra nuestra columna de 42 combatientes, sino una operación de aniquilamiento masivo, de tierra arrasada, de holocausto total y generalizado. Las tanquetas, el empleo indiscriminado de rockets, granadas, gases, y la provocación de incendios fueron la sola alternativa a las diferentes soluciones. No hubo intento alguno de negociación, ni fue escuchada la orden de cese del fuego del presidente de la Corte Suprema de Justicia. Fuego, tierra arrasada y asaltos de aniquilamiento fueron la sola respuesta al régimen oligárquico.
En nombre de las instituciones republicanas destruyeron el pilar de la institucionalidad democrática. En nombre de la autoridad presi-dencial negaron la autoridad del máximo representante del poder jurisdiccional. En nombre de la paz ciudadana inmolaron a magistrados, trabajadores de la justicia y guerrilleros, quienes coincidieron con una nación estremecida en la voluntad de buscar salidas incruentas a la conflictiva situación de hecho.
Por eso será siempre la voz viva del doctor Reyes Echandía exi-giendo a Betancur y a las Fuerzas Armadas el cese del fuego y el comienzo de conversaciones, acusación certera y condena irrevocable, absoluta, a quienes ordenaron, ejecutaron y consintieron el holocausto total.
Por eso, desde todos los rincones de la patria se levantan hoy los puños dispuestos a empuñar las armas de quienes combatieron con honor y mantuvieron la decisión de vencer, dando todo por Co-lombia.
Y se levanta intacto el memorial de agravios de nuestro tiempo: como permaneció el ideario de José Antonio Galán y sus comuneros; como se elevó la voz de Antonio Nariño por encima de los muros de un encierro casi perpetuo; como se extendió la llama libertaria que pretendieron sofocar los pacificadores de otros tiempos.
El horizonte de justicia y plenitud, de respeto y convivencia, de desarrollo y libertad, es más que nunca tarea de un pueblo erguido, voluntad nacional de nuevo temple, hallazgo de unas nuevas mayorías que por decisión histórica asumen la construcción de un nuevo gobierno.
Álvaro Fayad Delgado Comandante General Movimiento 19 de Abril, M-19

Montañas del Cauca, noviembre de 1985
Alvaro Fayad Delgado

La ReVoLuCióN eS uNa FieStA