17 de enero de 1974: La espiral de la historia tomaría nuevos rumbos, justo cuando parecía estar quieta, como congelada en su propio tiempo, perdida en las sombras del autoritarismo, la pobreza, el olvido y el robo de la voluntad a un pueblo, que un abril, 4 años atrás, cifró sus esperanzas en un General. Y sin embargo un puñado de jóvenes, hombres y mujeres habitantes de Macondo, decidieron que ya no mas, que había que hacer algo, pero algo de verdad, que ya bastaba de circos electorales, de robos de elecciones, de teorizaciones en el papel, y divagaciones sobre la ruptura chino-soviética, que había que pensar en Colombia, en su historia, en sus luchas, en su gente y en sus propios caminos, pero sobre todo había que hacer en grande, transformar, revolucionar. Entonces ese puñado de jóvenes, hombres y mujeres habitantes de Macondo montaron una guerrilla urbana y recuperaron para la historia y su pueblo la espada del Libertador.
9 de abril de 1978: El fuego del Bogotazo parecía extinguirse en la niebla del olvido cuando el M-19, con fuego como arma y memoria irrumpe en la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, para acusar a la oligarquía liberal-conservadora del asesinato del caudillo y responsabilizar directamente a las familias Ospina, Santos, Gomez, Lleras, López y Turbay del magnicidio. Mientras unos llenaban de pintas el lugar, otros vociferaban vivas a Gaitán dejando ofrendas florales en el sitio donde fue enterrado, para recordarle al país que hacía 30 años se gestaba una revolución, la primera en América Latina, una revolución nuestra, autóctona, y quien pudiera negarlo, socialista, en cabeza del negro Gaitán y su pueblo.
1 de enero de 1979: Lo imposible es posible. Mientras el mundo celebraba la llegada del año nuevo, guerrilleros como topos penetraron mediante un túnel el complejo militar más importante de las fuerzas militares, el Cantón Norte, para sustraer sin un solo disparo 5000 armas de la institución castrense. La pinta escrita en las paredes del Cantón como testigo sarcástico de la acción fue el grito de victoria del Chapulín Colorado: “No contaban con nuestra astucia”. Muchas de estas armas fueron entregadas solidariamente a la avanzada final de la Revolución Sandinista en Nicaragua, otras llegaron a apoyar la conformación de núcleos rurales del M; la mayor parte fueron recuperadas por el Ejercito en una cruzada de tortura y terror que no solo afectó y envolvió al M-19, sino a los demás grupos guerrilleros y a todos los movimientos sociales. Una de las armas sustraídas por el M fue el fusil del cura guerrillero Camilo Torres Restrepo.
Son muchas las fechas, muchas las acciones. Este es apenas el inicio del Movimiento 19 de Abril en tres breves actos, que dejaron una huella indeleble en la historia de Colombia, como creación del fuego posible que altera inexorablemente la espiral de la historia, para develar las fuerzas escondidas en los pueblos que luchan por su liberación. Tres breves actos de la guerra por la memoria, puesta en marcha por Jaime Báteman Cayón, comandante general del M-19, quien como un Chamán juntó la espada de Bolívar, con el fuego de Gaitán y el fusil de Camilo, en una pócima mágica, en un gran sancocho nacional y rebelde, que alimentó y sigue alimentando la esperanza de los desposeídos de Colombia desde hace 35 años, y que colmó de pesadillas los plácidos sueños de la oligarquía genocida que aún hoy mal-gobierna el país.
Kolektivo SuR
Resistir es Existir
El M-19 en tres actos: Memorias de la guerra contra el olvido.
Publicado por Kolektivo SUR en lunes, abril 20, 2009Etiquetas: M-19, Memoria histórica, Movimiento 19 de Abril